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El pensamiento sistémico

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Dentro de esto que se ha dado en llamar la sociedad civil, el mundo empresarial ocupa un lugar importante. Probablemente nunca las empresas han estado tan presentes en nuestra vida cotidiana, en la vida política e incluso en nuestro imaginario. Hablemos pues de la empresa y de su gestión.


En apariencia los métodos de gestión empresarial se renuevan continuamente. Ahí está multitud de consultores, coachs y expertos que hablan con un lenguaje, en general, lleno de anglicismos y muestran sus ideas en interminables PowerPoint. Y para qué hablar de los libros que llenan las estanterías de las librerías especializadas. Sin embargo, ¿se plantean realmente los problemas de las empresas “reales” de hoy, enfrentadas a cambios tan radicales como la llamada mundialización y la revolución informática?


El sociólogo francés François Dupuy, especializado en sociología de las organizaciones y con una experiencia de más de cuarenta años en este campo, afirma en los dos volúmenes de su obra titulada “Lost in Management” que “le management tourne en rond” como las aspas de un molino de viento. Es decir, que si bien parece que las teorías de la gestión empresarial no dejan de progresar, según F. Dupuy las preguntas que le plantean y se plantean los “managers” muestran una gran permanencia. El sociólogo es muy crítico respecto a las teorías que se suceden unas a otras. Y no solo con ellas, sino también con los gabinetes consultores y las escuelas de negocio, acusándoles de diseñar nuevos modelos de gestión y prolijos organigramas sin poner atención en las personas que han de ponerlos en práctica.


En una entrevista publicada en la revista francesa “Usine Nouvelle” señalaba como ejemplo de ello lo que, en su opinión, es la mayor catástrofe de la gestión: el funcionamiento “en modo de proyecto”. Se elije a un profesional y se le indica que a partir de entonces trabajará con una serie de personas provenientes de secciones diferentes para un determinado proyecto, pero no se le aporta ni conocimientos ni herramientas para hacerlo. Es así -dice- como ahora se crean puestos de jefes de proyectos en todas partes y para cualquier cosa.Los directivos parece que creen que basta con dar un título de jefe para que una persona lo sea realmente”. Es decir, que cambiar el organigrama es cambiar la organización.


Es el viejo problema del poder. ¿Puede la persona nombrada como jefe de proyecto tener la autoridad que precisa para el buen funcionamiento del grupo, si no controla recursos estratégicos? En las ciencias sociales, tener poder significa controlar alguna cosa importante para la gente.


Otro aspecto que Dupuy desmenuza es el del compromiso con la empresa por parte de sus trabajadores. En este sentido, recuerdo unas declaraciones de un empresario que se lamentaba de la falta, en general, de implicación de sus trabajadores con el devenir de la empresa, comentando que es un problema cada vez mayor. Y es bien cierto que el compromiso, entendido como poner en el trabajo algo más de uno mismo que lo que prevé el contrato de trabajo, es un factor de productividad. Como es cierto también que los asalariados quizás cada vez más tiendan a poner este “algo más” fuera de la empresa (asociaciones o actividades sin lucro). La razón quizás haya que buscarla en la desconfianza que les merece la empresa. Unos empresarios porque tienden demasiadas veces a tomar medidas coactivas y otros porque disfrazados de gurús explican con entusiasmo los valores de la empresa, esperando que sus asalariados se comporten en función de dichos supuestos valores, olvidando que los citados valores en este caso son el resultado de determinadas acciones y no algo que se impone. Pero es que además, si un directivo con sus actos transmite precisamente que no hace confianza a sus asalariados poniendo en marcha sistemas coercitivos para controlarlos y para encuadrar su trabajo, es muy difícil que estos se sientan realmente implicados en el mismo.


La gestión, sea empresarial o sea pública, no es tarea fácil. La sociedad y las personas han cambiado y determinadas soluciones ya no valen para este mundo del siglo XXI. Se tiende aún a desarrollar un pensamiento segmentado donde se trata un solo problema a la vez y se ignoran las relaciones entre los distintos niveles. Quizás también frente a la gestión empresarial sea necesaria una nueva forma de pensar.


Me viene a la memoria el pensamiento “sistémico” del que habla el ingeniero-filósofo Salvador Paniker en sus libros, y que está relacionado fundamentalmente con la complejidad del mundo actual, un sistema compuesto de innumerables subsistemas que, a su vez, incluyen nuevos subsistemas. La empresa sería uno de ellos.


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