En los últimos años, el concepto de Industria 5.0 ha ganado protagonismo como una evolución del modelo industrial actual, orientada no solo a la eficiencia tecnológica, sino también al valor añadido que aportan los trabajadores. Frente a la automatización intensiva de la etapa anterior, esta nueva aproximación propone integrar las capacidades humanas con las tecnologías más avanzadas para construir sistemas productivos más inteligentes, sostenibles y colaborativos.
Aunque su aplicación abarca múltiples sectores, uno de los ámbitos donde su impacto puede ser más transformador es el energético. En un momento en que la transición hacia un modelo bajo en carbono se ha vuelto urgente, la Industria 5.0 ofrece herramientas y enfoques para repensar cómo generamos, distribuimos y consumimos energía de una manera eficiente, combinando innovación tecnológica.
En este sentido, la Industria 5.0 puede marcar un punto de inflexión en la evolución tecnológica del sector energético. Este nuevo paradigma no solo hereda las capacidades transformadoras de la Industria 4.0 (amparada en aspectos como la automatización, la inteligencia artificial o el Internet de las Cosas, por ejemplo), sino que las proyecta hacia un modelo industrial que coloca al ser humano y la sostenibilidad en el centro de la ecuación.
Si trasladamos estos principios al ámbito energético, esta transformación puede traducirse en una revisión de los sistemas de generación, distribución y consumo, impulsada por tecnologías emergentes y guiada por valores como la eficiencia energética, la neutralidad climática (con potenciación del uso de energías renovables) y la gestión ética del cambio. De hecho, la transición energética global ya apunta a esta línea de actuación.
Empresas y gobiernos de todo el mundo están rediseñando sus estrategias energéticas en torno a tres grandes pilares: la descarbonización, la electrificación (impulsada por el auge del vehículo eléctrico) y la descentralización. Desde un punto de vista maximalista, la Industria 5.0 podría acelerar algunos de los cambios que ya se han puesto en marcha y que resultarán claves para el futuro de la red eléctrica, proponiendo entornos energéticos más resilientes, eficientes, sostenibles y adaptativos.
Tecnologías como la robótica avanzada para tareas de mantenimiento de campo (recurriendo a drones que inspeccionen paneles solares con cámaras térmicas o supervisen las palas de los aerogeneradores en instalaciones eólicas, robots que limpien esos paneles solares o trepadores que inspeccionen torres de alta tensión ayudados de sistemas de visión artificial, o rovers autónomos que patrullen subestaciones eléctricas realizando tareas de inspección, vigilancia y mantenimiento preventivo), la realidad aumentada para la formación y asistencia técnica en instalaciones críticas (con la ayuda de gemelos digitales) o la inteligencia artificial y el Big Data aplicada a los centros de control, podrían permitir una interacción más ágil, segura y eficiente entre operarios y sistemas energéticos cada vez más complejos.
Aquí resulta interesante destacar cómo empresas como Siemens, Iberdrola o Schneider Electric están incorporando estas herramientas para mejorar el mantenimiento predictivo de las instalaciones, la formación de los técnicos o la supervisión remota de la red.
Además, la Industria 5.0 profundiza en una visión holística de la sostenibilidad aplicada al sector energético. Tecnologías como las redes eléctricas inteligentes (smart grids), el edge computing energético, la sensorización masiva y el IoT, y la inteligencia artificial trabajan de forma conjunta y coordinada para conseguir este objetivo.
No se trata solo de digitalizar la red, sino de hacerlo con criterios de eficiencia sistémica. La combinación de estas tecnologías permite procesar datos en tiempo real directamente en los nodos de generación o distribución, lo que resulta especialmente útil para la monitorización continua del estado de la red (con detección automática e incluso anticipada de fallos y anomalías), para facilitar la gestión proactiva de la demanda (optimizando el flujo de electricidad para adaptarlo a ella) o para la integración y producción inteligente de energías renovables.
Finalmente, merece la pena destacar que, junto a las transformaciones regulatorias y tecnológicas, uno de los factores más significativos dentro de este nuevo paradigma sea la formación. La transición hacia un modelo energético más inteligente y sostenible requiere una nueva generación de profesionales formados no solo en competencias técnicas, sino también en habilidades humanas: pensamiento crítico, empatía y toma de decisiones en entornos complejos. La experiencia, la intuición y la creatividad humanas serán cada vez más valiosas en un sistema donde la tecnología no sustituye al trabajador, sino que amplifica su potencial.
Fernando Blázquez
Director del Grado en Desarrollo Full-Stack de UDIT
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Este artículo aparece publicado en el nº 564 de Automática e Instrumentación págs 12 y 13.
Son dos de los principales retos del sector
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