La Cuarta Revolución Industrial avanza con fuerza, reconfigurando de raíz los procesos de diseño, producción y distribución en la industria manufacturera global. Tecnologías como el mantenimiento predictivo basado en sensores, la robótica industrial controlada desde la nube, la analítica avanzada con inteligencia artificial o la creación de gemelos digitales ya no son proyectos piloto, sino sistemas operativos reales que dirigen plantas, optimizan líneas de montaje y anticipan fallos antes de que ocurran.
Y el ritmo de transformación es vertiginoso. Para 2026, se prevé que 15.000 millones de dispositivos industriales, nuevos y heredados, estén conectados a 5G, y que el uso de activos de tecnología operativa (OT) crezca un 400% para 2030.
En España, esta transformación también avanza con fuerza. El 98% de las empresas han mantenido o aumentado su inversión en ciberseguridad en 2024, según Deloitte, y el Gobierno ha destinado más de 1.100 millones de euros a proteger infraestructuras críticas y a impulsar tecnologías como IA y 5G.
McKinsey describe este momento como el inicio de una nueva era de eficiencia en la fabricación, capaz de elevar la productividad laboral en un 30% y de reducir a la mitad el tiempo de inactividad de las máquinas, todo ello mientras se controlan los costes y se refuerza la seguridad.
Sin embargo, todo este progreso digital conlleva riesgos. Cada activo conectado añade una posible vulnerabilidad, ampliando la superficie de ataque y haciendo que la ciberseguridad sea más crítica que nunca. Las fábricas inteligentes requieren una seguridad más inteligente, y eso implica abordar un nuevo conjunto de retos únicos.
Los sistemas de TI, orientados a la gestión de datos e información corporativa, y los sistemas de OT, encargados de supervisar y controlar procesos físicos en entornos industriales, no fueron concebidos para funcionar juntos, pero con los importantes beneficios operativos que ofrece la conectividad 5G, esta integración se ha vuelto esencial. Sin embargo, una convergencia deficiente entre ambos sistemas puede acarrear consecuencias importantes para las organizaciones.
Los sistemas OT heredados han estado tradicionalmente protegidos de las ciberamenazas mediante separación física (“air gaps”). Ahora, al conectarse a la nube y a entornos de TI, están más expuestos que nunca.
Por su parte, los sistemas de TI cuentan con funciones de seguridad integradas que los de OT aún no poseen. Aunque disponen de capacidades de gestión y segmentación, a menudo carecen de visibilidad sobre los procesos físicos. Esta desconexión es el sueño de cualquier ciberdelincuente, especialmente porque muchos dispositivos OT no fueron diseñados pensando en la seguridad, lo que los convierte en puntos de entrada atractivos y obliga a evaluarlos antes de su integración con los sistemas de TI.
Según Comparitech, entre 2018 y 2024, los ataques de ransomware interrumpieron las operaciones de más de 850 organizaciones manufactureras en todo el mundo, con un coste medio por día de inactividad de 1,9 millones de dólares. Pero una seguridad deficiente, especialmente en los activos OT, no solo afecta a los datos y las cuentas de resultados, sino que puede poner en peligro activos físicos y, lo más importante, vidas humanas. Un ejemplo trágico de automatización comprometida ocurrió en Corea del Sur en 2023, cuando un trabajador murió aplastado por un robot que no pudo diferenciarlo de unas cajas.
En el sector de la fabricación, más que en ningún otro, el tiempo es dinero. La actividad es continua y cada minuto de avería o interrupción en la producción puede traducirse en pérdidas millonarias.
En 2024, la filial estadounidense del fabricante global de vodka Stoli Group sufrió un ataque de ransomware catastrófico que inutilizó el sistema principal de seguimiento de recursos y obligó a realizar funciones esenciales, como la contabilidad, de forma manual.
El ataque limitó gravemente la capacidad de la empresa para operar con normalidad y se citó como un factor clave en su posterior quiebra en diciembre de 2024.
Desde octubre de 2024, la Directiva NIS2 de la UE impone nuevos estándares de seguridad y medidas de ciberseguridad más estrictas en sectores considerados críticos, incluida la fabricación.
Esto significa que el cumplimiento ya no puede verse como opcional. Los directivos son ahora directamente responsables de las brechas y fallos, con consecuencias legales, financieras y reputacionales.
La ciberseguridad debe pasar de la periferia de la estrategia de fabricación a ocupar un lugar central. Esto exige un enfoque proactivo y multinivel que incluya:
En definitiva, se requiere un cambio de mentalidad. La ciberseguridad no es un coste operativo, sino una ventaja competitiva. Los fabricantes que integren la seguridad en sus planes de Industria 4.0 desde el primer día estarán mucho mejor posicionados para aprovechar el valor de esta transformación.
Se encarga de la gestión de la plataforma de hardware y de los módulos de software principales
Se celebrará del 16 al 18 de septiembre
Se celebrará del 16 al 18 de septiembre
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