El sector industrial se encuentra en un punto de inflexión. A la presión por producir más rápido, con mejor calidad y de manera sostenible, se suma la necesidad de adaptarse a entornos inciertos y altamente competitivos. Todo esto enmarcado en un contexto en el que la innovación se posiciona como un pilar fundamental para la industria. Como resultado de la conjunción de todos estos factores en ebullición, aparece el concepto de la fábrica agéntica: un entorno donde agentes de inteligencia artificial se suman a los equipos humanos para optimizar la producción en tiempo real.
Sin embargo, lamentablemente para los entusiastas de la tecnología como yo, aún estamos lejos de esa meta. Aunque muchas compañías han experimentado con agentes de IA, el impacto ha sido limitado y los pilotos rara vez se escalan. El problema no es la falta de tecnología, sino los retos estructurales en los datos, el modelo operativo y la complejidad de los procesos.
Por una parte, las fábricas generan enormes volúmenes de información, pero, a menudo, esta es incompleta, duplicada o difícil de integrar. La fragmentación de plataformas, la persistencia de procesos manuales y la proliferación de aplicaciones desarrolladas por usuarios erosionan la fiabilidad de los datos. Sin una base sólida, los agentes producen conclusiones imprecisas que, como no puede ser de otra manera, minan la confianza de los equipos.
Por la otra, la mayoría de las plantas siguen organizadas por funciones en lugar de por procesos, lo que genera silos y dificulta una visión estratégica end-to-end. Además, en el entorno de fabricación no existe un responsable claro de los datos, lo que impide una gobernanza consistente.
Otro hándicap para implementar la IA en el sector industrial es que cada fábrica es única, con máquinas, configuraciones y requisitos propios, lo que obliga a personalizar cualquier solución tecnológica y multiplica los problemas de integración entre sistemas, ampliando al mismo tiempo la complejidad de las soluciones de ciberseguridad.
Una vez claros estos puntos que hay que revertir, solo hay que identificar qué actividades son susceptibles de agentizarse y avanzar hacia un modelo de datos robustos. A día de hoy, las fábricas dedican entre un 25% y un 35% de sus horas a tareas de gestión de procesos: integrar datos, generar informes y resolver inconsistencias entre funciones. Este esfuerzo rara vez impulsa la mejora continua, mientras que un modelo de datos relevantes y ordenados permite dedicar más tiempo para el análisis estructurado y acciones estratégicas que impulsan la eficiencia y el crecimiento sostenido del negocio.
Definitivamente, la clave para desbloquear el potencial de la fábrica agéntica reside en la evolución de los modelos de datos y la redefinición de los procesos. Al entender las ontologías de datos actuales de cada planta y trabajar en la integración de bases de datos fragmentadas, se construye una base sólida que agiliza los procesos y libera a los equipos humanos de tareas repetitivas. Sobre esta base robusta, los agentes de IA pueden trascender su rol de meros reportadores para convertirse en verdaderos orquestadores de procesos. Estos agentes, al cruzar información de distintas áreas y explotar datos secundarios antes no utilizados, rompen los silos funcionales, generan reporting autónomo, apoyan el análisis de causa raíz y proponen acciones de mejora.
En este escenario, los equipos humanos no desaparecen. Mientras que los agentes impulsados por IA asumen las tareas más administrativas y monótonas, los humanos aportan criterio, contexto y visión estratégica. Una fábrica agéntica no es una planta industrial sin personas, ya que este enfoque no solo impulsa una eficiencia sin precedentes, sino que también transforma el rol humano. No, los robots no van a sustituirnos, sino que se va a generar una simbiosis humano-agente que combina lo mejor de ambos mundos: velocidad y precisión, por un lado, juicio y creatividad, por otro, redefiniendo la agilidad, resiliencia y competitividad industrial.
Por todo eso, es clave la formación especializada de los profesionales industriales en el uso de la IA, así como concienciarles de que la IA agéntica es una poderosa palanca para la productividad y la eficiencia. Es esencial que el liderazgo de la organización no solo impulse programas de capacitación robustos, sino que también comunique de forma transparente los beneficios de esta transformación, fomentando una cultura de experimentación y aprendizaje continuo. De esta manera, la IA no se percibirá como una amenaza, sino como una herramienta que empodera al capital humano, mejora la satisfacción laboral y eleva el valor estratégico de cada rol dentro de la fábrica.
En definitiva, la fábrica agéntica no es una promesa lejana, sino un destino posible que conlleva un cambio cultural. Es necesario repensar procesos y evolucionar hacia modelos de datos. Solo así los agentes podrán trabajar de manera transversal, aportando valor e impulsando la autonomía industrial.
Eduardo Mozas
Managing director y responsable del área de Industry X de Accenture en España y Portugal
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Este artículo aparece publicado en el nº 566 de Automática e Instrumentación págs 28 y 29.
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