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El agua, ¿bien social o producto comerciable?

Laura tremosa 0513 7285
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He leído en alguna parte que en el año 2025 la demanda mundial de agua potable será un 56% superior que el suministro de la misma. De ser así no parece exagerado que más de uno afirme que el dominio del agua será el principal origen de las guerras en el siglo XXI, como en el XX lo ha sido el dominio del petróleo. "El agua promete ser en el siglo XXI lo que fue el petróleo para el siglo XX, el bien precioso que determina la riqueza de las naciones", leí hace unos años en la revista Fortune.

¿Hay una falta real de agua potable? Según muchos expertos, el gran problema no es la falta de agua dulce sino más bien la mala gestión, distribución y utilización de los recursos hídricos. Por una parte, en muchos casos casi la mitad del agua de los sistemas de distribución de agua potable, especialmente en los países en desarrollo, se pierde en filtraciones y conexiones ilícitas.

Pero también en países como el nuestro estas pérdidas están entre el 17% y el 20%. Por otra, gran parte del agua dulce se utiliza para la agricultura con sistemas de riego totalmente ineficientes. Y, ¿qué decir de las extracciones y, por tanto, de la continua reducción de las capas freáticas? En un reportaje televisivo se mostraba cómo el río Colorado en EEUU, en determinadas temporadas prácticamente se seca antes de llegar al mar. Cosa que ocurre también con el río Amarillo en China.

El hecho es que el agua es un elemento absolutamente necesario para la vida humana, de forma que parecería obligado que sea considerado como un bien social y no como un bien dejado al albur del libre mercado. Podría decirse que todo empezó en noviembre de 2001, cuando los recursos naturales, al igual que la salud y la educación, empezaron a ser objeto de negociación en la OMC (Organización Mundial de Comercio). Este fue el origen de la liberación de los servicios públicos. Es decir, que lo que hasta entonces había estado regulado por los Estados, pasaba a ser objeto de mercado de libre comercio.

El hecho es que en los últimos tiempos, grandes corporaciones han pasado a controlar grandes volúmenes de agua en el planeta, de forma que un recurso absolutamente necesario para la vida queda en manos de un reducido número de empresas privadas.

Podría decirse que los gobiernos, con el objetivo, según ellos, de una mejora en el servicio, han abdicado de su responsabilidad de tutela de los recursos naturales. No se olvide que el negocio de embotellado de agua iguala en ganancia a la industria farmacéutica.

Lo cierto es que el agua aparece bien poco, por no decir nunca, en los discursos de nuestros políticos, ni los nacionales, ni desde los organismos internacionales. Sin embargo, entre la decena de compromisos del mileno (hoy medio olvidados, todo hay que decirlo) elaborados por la ONU en el año 2000 se encontraba el de reducir a la mitad la pobreza absoluta en el año 2015, y se concluía que la seguridad del agua haría más a favor de la reducción de dicha pobreza que cualquier otra de las acciones. La gestión del agua aparecía, pues, como un compromiso por parte de todos los países del mundo. ¿Puede dejarse un bien tan importante en manos de empresas privadas, considerándolo como un bien comercial cualquiera?

En un artículo publicado hace ya unos años, Michel Camdessus, Ex Director General del Fondo Monetario Internacional, señalaba que no dejaba de sorprenderle que a pesar de la importancia del agua, "en el gran archipiélago de instituciones que constituye el sistema de Naciones Unidas, ninguna institución tiene una responsabilidad directa y primordial por resolver los desafíos que implica la disponibilidad universal del agua. Es, pues, universal -podríase decir- la irresponsabilidad en este terreno. Trágica irresponsabilidad; ¡inaceptable desde luego!".

Irresponsabilidad internacional, pero quizás también nacional. Estos últimos años de crisis económica en que, como decíamos más arriba, los Objetivos del Milenio de la ONU han pasado prácticamente al olvido, parece que los políticos -porque, en definitiva, la gestión del agua también es política- han olvidado también un tema que incide en tan gran medida en el bienestar de los ciudadanos. No todo, ni mucho menos, son el funcionamiento de las finanzas o la prima de riesgo. Ha empezado a hablarse de la crisis energética, quizás sea el momento de hablar también de la crisis del agua.


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