La transición energética española vive un momento decisivo. El país ha desplegado con rapidez nueva generación renovable, especialmente en eólica y fotovoltaica, pero ahora el reto ya no es crecer en la potencia instalada, sino integrarla de manera eficiente en un sistema eléctrico más digital, flexible y fiable. Las cifras hablan por sí solas: el 83,4% de los nudos de la red están saturados, lo que dificulta nuevas conexiones en zonas clave como Cataluña, Comunidad Valenciana, Madrid, Andalucía o el eje del Ebro.
Desde 2020 se han otorgado más de 43 GW en derechos de acceso a la red para nueva demanda, industria, vivienda, centros de datos, vehículos eléctricos. Para ayudarnos a ponernos en contexto, esa cifra es superior al pico de demanda de España en 2024 (38,2 GW). En paralelo, la propuesta de planificación del MITECO desglosa las peticiones más recientes por categorías: 9 GW para proyectos industriales, 3,8 GW para centros de datos, 13,1 GW para hidrógeno, 1,8 GW para desarrollos residenciales, 560 MW para electrificación ferroviaria y 1,2 GW para electrificación portuaria.
Es evidente que en el escenario anteriormente descrito la infraestructura de distribución eléctrica está sometida a “stress”. El epítome de esa presión que sufre la infraestructura se pudo observar en julio de 2025, cuando, según datos de Red Eléctrica de España, más del 11 % de la electricidad renovable generada - equivalente a más de 1.100 GWh - no pudo ser inyectada en el sistema por restricciones técnicas, frente al 0,8 % registrado en julio de 2024. El 93 % de las limitaciones procedió de la red de transporte, donde se perdió más del 30 % de la producción renovable local. Este salto confirma que España ya no se enfrenta a un desafío de generación, sino de integración, la red debe reforzarse, digitalizarse y ganar flexibilidad para aprovechar cada kilovatio verde disponible, garantizando la seguridad de los bienes y las personas y sin renunciar al alto grado de servicio al que estamos acostumbrados en España.
En España contamos con una ventaja estructural, uno de los mejores recursos solares de Europa y una base renovable en crecimiento. El reto es transformar ese potencial en energía útil, competitiva y estable. Por lo que el modelo de expansión acelerada debe dar paso a una integración eficiente, donde la modernización de la red y el almacenamiento actúen como pilares de la competitividad energética.
En este sentido, un análisis internacional de la Energy Transitions Commission (2025) confirma que los sistemas eléctricos con alta penetración renovable pueden ser sostenibles, fiables y, a largo plazo, incluso más asequibles que los basados en combustibles fósiles, siempre que se invierta de forma estratégica en la red, el almacenamiento y la flexibilidad. España está ya en condiciones de liderar esta segunda fase de la transición gracias a su recurso solar y eólico, pero debe resolver con urgencia los cuellos de botella actuales para transformar esta realidad actual en resiliencia y competitividad si se aplican las palancas tecnológicas adecuadas.
Schneider Electric sitúa la integración eficiente en el centro de la hoja de ruta. La primera palanca es la gestión digital avanzada, que permite monitorizar y anticipar congestiones en tiempo real para reducir pérdidas y aprovechar cada kilovatio renovable. La segunda es la automatización de la red de media y baja tensión, clave para aislar fallos, reconfigurar topologías y activar respuesta a la demanda en edificios, industrias o centros de datos, aportando la flexibilidad que el sistema necesita.
La tercera es el control de tensión, apoyado en inversores con capacidad grid-forming y electrónica de potencia que aseguran estabilidad incluso en escenarios con alta generación variable. Por último, el almacenamiento se convierte en el complemento esencial, ya que absorbe excedentes, libera energía en picos de consumo y refuerza la continuidad del servicio tanto en entornos urbanos como industriales.
La convergencia de estas palancas, integradas en arquitecturas abiertas y ciberseguras como EcoStruxure, facilita que la transición energética se juegue no solo en las grandes centrales, sino también en cada edificio, empresa y nodo de la red.
España no será líder por la cantidad de renovables instaladas, sino por su capacidad de aprovecharlas al máximo. Los vertidos y la saturación de nudos no son un destino inevitable, sino la señal de que hay que ajustar el rumbo. Con digitalización, automatización, control de tensión y almacenamiento, el país puede transformar su recurso solar y eólico en ventaja competitiva para la industria y la economía no solo de España, sino de toda Europa.
El auge de la demanda industrial y el desembarco de centros de datos abren una oportunidad histórica: construir un sistema eléctrico renovable fiable, competitivo y preparado para las nuevas demandas digitales.
Integración eficiente e inteligente, más que despliegue acelerado, es el paso decisivo para consolidar una transición energética que refuerce la seguridad de suministro y la competitividad de la economía española.
Para frenarlos será fundamental la colaboración de las fuerzas del orden con el sector privado
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